lunes, 12 de noviembre de 2018

Tal día como Hoy .... 11 de noviembre de .......



11 de noviembre del 1926

El periódico "Teruel  diario Año III Número 599 publicó el siguiente artículo:

NOTAS CULTURALES

EL AMOR A LOS DE CASAS

Hay pueblos sobre los cuales pesa el agravio de una Injusticia, cuyo punto de partida ha podido ser una maldición de origen o tal vez una fatalidad geográfica. Sobre esos pueblos se mantiene con rencorosa tenacidad una opinión adversa que les coloca en un estado injusto de inferioridad. Si para ciertas funciones son considerados de la misma condición que el pueblo más afortunado, para otras se les considera como una cosa Incompatible con el Interés del Estado y aun como una nota bochornosa cuyo solo recuerdo empaña el brillo del honor nacional. Sucede, en fin, con ellos algo parecido a la situación de ánimo de una familia ante el hijo que vino al seno de la misma en circunstancias luctuosas o simplemente desagradables, cuyo recuerdo parece que sea suscitado por la mera presencia del nuevo vástago.

A esos pueblos, que tienen que luchar siempre contra el peso negativo de los perjuicios, les es muy costoso salir adelante con sus empresas. Alrededor de ellos se ha llegado a crear una atmósfera desafecta, llena de frases y conceptos condenatorios inspirados en un falso sentimiento patrio, con los cuales no se logra destruir los hechos consumados ni sacar siquiera de ellos el mejor partido posible.

En una de esas situaciones anómalas se encuentran la mayor parte de los pueblos pertenecientes al «Campo de Algeciras» y de modo especial La Línea de la Concepción. Desde el punto de vista afectivo no es esta población considerada sinceramente como uno de tantos pueblos españoles que viven, piensan, aman y trabajan con la vista fija en el porvenir de la patria, sino como una prolongación de la Plaza de Gibraltar como un refugio de contrabandista, como algo inherente al recuerdo antipático de la dominación extranjera del codiciado «Peñón».

Así es que, el Estado, como si la prosperidad de La Línea fuera un negocio ajeno a su propio interés, nunca ha sentido inclinación a facilitarle medios de vida independiente, ni siquiera los elementos más indispensables para su propia instrucción; aquí, que la proximidad a una colonia extranjera hace más necesaria que en el interior la acción protectora del Estado para fortalecer el espíritu de los connacionales y para infundir al extranjero un sentimiento de respeto que aleje el concepto de Inferioridad en que demasiado jactanciosamente se nos tiene. Encima de ese desafecto, que a la hora de pagar los tributos se deja a un lado, La Línea tiene que soportar muchas veces cargos injustos, frases despectivas y conceptos injuriosos, Incluso de personajes que debían discurrir con más sentido práctico.

Por eso es difícil que en cualquiera otra población española alcance el grado que alcanza aquí la exaltación de afecto mutuo entre sus hijos. Como si esa condensación del amor íntimo aspirara a suplir la ausencia de cordialidad exterior, lo que es propio de La Línea recibe enseguida la consagración efusiva de todos los linenses, si bien esta cualidad no amengua un ápice la fina campechanería de su trato; jamás se le ve una demostración de hostilidad hacia el forastero. Pero llamarse hijo de La Línea es tanto como invocar un título excelso que lleva consigo el derecho a toda clase de consideraciones.

Verdad es que, mientras hay pueblos que sienten una tácita complacencia en ignorar la valía de sus hijos distinguidos y hasta una morbosa delectación en amenguar sus méritos y en perseguirlos, hay otros en los cuales parece que exista una fuerza engendradora del calor cordial con que amparar a todos, altos y bajos, distinguidos y vulgares, una especie de orgullo maternal en aumentar el prestigio del hijo sobresaliente. Los primeros suelen ser egoístas, soberbios, duros de corazón, de escasa receptividad cultural. Diríase que temen comprometer el valor de su personalidad consintiendo que uno de los «suyos» se destaque del nivel vulgar. En cambio, los segundos, más tiernos, generosos y comprensivos, tienen a gala prestarse a ese recíproco apoyo que aumenta el prestigio general y sienten a toda hora un noble orgullo de mostrar a los demás un ejemplar distinguido de la familia.

¿Quién podrá negar a esos rasgos un alto valor como signos de cultura, cualquiera que sea el grado de instrucción que los acompañe? Desde luego un pueblo de tales sentimientos, aunque fuera enteramente analfabeto, puede considerársele apto para realizar con éxito toda empresa que emprenda; porque en realidad es mucho mayor la cantidad de fuerza mental invertida en acciones negativas que la que se gasta en obras de cooperación y mutuo apoyo…

Lo recuerdo muy bien. Un domingo de Mayo; una mañana luminosa y espléndida de primavera. Las calles se hallaban invadidas de gente jovial y bullíclosa. Yo observaba que casi todos marchaban en una misma dirección, impulsados por una misma idea. Arrastrado por la curiosidad me dejé llevar por aquel a corriente humana que parecía envuelta en un hálito de cordialidad. En la calle Real iba siendo imposible la circulación, y al desembocar en la plaza de la Reina Victoria el gentío era inmenso. Empezaban a llegar e la estación de San Roque «autos»particulares y de servicio, que acuden al paso del exprés de Madrid. La expectación era anhelante. «¡Allí viene!» —decían en un grupo—«¡Aquél es!» exclamaban en otro. De pronto entró lentamente en la plaza un «auto» y estalló una formidable ovación. Se destacó del vehículo un hombre joven. Vibraron en el aire vivas vehementes. Se formó una comitiva, en el centro de la cual marchaba el recién llegado…

Luego lo vi. acompañado de otras personas, de pie en un balcón pronunciando un saludo y unas frases de gratitud, y el gentío se disolvió en varias direcciones.

Después supe que el alcalde habla convocado al vecindario, por medio de una proclama impresa, para hacer un entusiasta recibimiento a un linense triunfante en la lides del entendimiento.

Cruz Herrera regresaba de Madrid con una primera medalla obtenida en la Exposición nacional de Bellas Artes…

F. Hernández Aldabas.
La Línea, Noviembre 1926.

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11 de noviembre del 1930


Se publica el periódico "Heraldo de La Línea" número 28









Luis Javier Traverso 

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