martes, 18 de septiembre de 2018

Tal día como Hoy .... 20 de septiembre de .......





20 de septiembre de 1902



Fotografía de Neville Chipulina

El Periódico "El Liberal" en su página 1 publica el siguiente reportaje titulado:

GIBRALTAR

LOS CAÑONES SON LO DE MENOS

Obligados a optar entre dos fuerzas exteriores que con igual y opuesta atracción nos solicitan, urge saber de cuál de las dos podrá venirnos, no el mayor provecho, sino el mayor daño.

No bien aceptamos la amistad directiva de una de las partes, tendremos que resignarnos a la enemistad ejecutiva de la otra.

Importa, pues, a España examinar la situación y medir la extensión de sus flancos descubiertos.

De esos flancos, el más temible es el Estrecho de Gibraltar, puerta del simbólico golfo de Actium, donde por segunda o tercera vez habrá de jugarse un día la suerte de Europa.

Y al Estrecho me ha enviado El Liberal con el encargo de allegar datos y elementos que contribuyan a la mejor formación del juicio público.


Referiré lo que viere, ante pondré los hechos y las cifras a los comentarios y las reflexiones, e intentaré, cuando sea preciso, levantar los apósitos con que aquí se atiende, más que a la curación, a la ocultación de las llagas.

Pocos días llevo de estancia y estudio en esta curiosísima zona. Me creo, no obstante, con derecho a afirmar dos cosas; tan perceptibles son ellas desde la primera ojeada. El Peñón representa una, “quanlite negligeable”, como factor militar, para toda guerra internacional futura. Solamente tendría valor contra España si el problema a dilucidar entre nosotros é Inglaterra no fuese, como en rigor es, un problema social y económico.

Contemplado desde Algeciras, el Campamento, San Roque, etc., semeja un volcán, cuyo penacho de humo predice al vómito de fuego.

Aun en los días más serenos, lo entolda una espesa nube, hija de los aires que, después de estrellarse en el elevadísimo promontorio, sufren un rápido enfriamiento al trasponer la cima.

Un volcán parece e infunde en los ánimos la idea que, si sobreviniera la erupción, hacia tierra firme, y no hacia el Estrecho, se precipitarían las lavas.

Probablemente, las baterías construidas con el mayor misterio en la cúspide, apuntan a España, y, sobre todo, a aquellos sitios donde mil veces hemos anunciado, el propósito de emplazar las nuestras.

Hoy es tarde. Descartados los estorbos de la diplomacia, años, que no meses, necesitaríamos para comenzar a hacer lo que ya tienen hecho nuestros vecinos de la Roca.

Si esos cañones abrieran la boca, en la actualidad tapada, nuestras poblaciones fronterizas desaparecerían del asiento que ocupan mucho antes de que nuestros posibles aliados pensasen en acudir al remedio. Pagaría España los entremeses de la guerra con la vida y la hacienda de más de cien mil españoles.

Por dicha, las tremendas y aparatosas baterías para cuya construcción funciona un teatral ferrocarril aéreo, no tomarán nunca la palabra.

Sabe la Gran Bretaña y saben cuantos aquí viven que los cañones son lo de menos.

Fuera de su alcance o arrastrándolo sin gran peligro, cruzarán y volverán a cruzar las escuadras enemigas de Inglaterra, si no hay otras que les disputen el paso.

Veintitantos siglos há hizo Temistocles decir al oráculo de Delfos que sólo al abrigo de muros de madera conseguiría Atenas librarse de la Irrupción que la amenazaba; y en efecto, Atenas y Grecia debieron su salvación a la victoria naval de Salamina.

Hoy no se requiere el concurso subvencionado de ningún oráculo para entender que todas las grandes campañas de lo porvenir han de dirimirse al amparo de muros flotantes de acero.

En lo que a nosotros particularmente atañe, la historia nos enseña que siglos antes de la conquista traicionera de Gibraltar, Drake Essex y Cecil habían trazado, para uso de corsarios, el itinerario de nuestras costas. Pruébanlo los saqueos de Bayona, Vigo, las Cíes, la Coruña y Cádiz.

Pero, ¿a qué hablar de guerras, encuentros y sucesos problemáticos, si es dentro de casa donde tenemos el mayor riesgo, y alojado en nuestras más familiares habitaciones al presunto enemigo?

Allá en el siglo XVI los regidores de Bayona protestaron ante Felipe II contra el Santo Oficio, cuyos rigores ahuyentaban de aquel puerto, hasta entonces riquísimo, los buques de la Gran Bretaña.

«El pueblo y la contratación de la villa, escribía el corregidor, dicen que no pueden Vivir sin las mercaderías inglesas.»

Así piensan ahora, aunque permanezcan mudos, mis de cien mil compatriotas nuestros, que viven, negocian y trafican a la sombra del Peñón odiado.

No por los medios militares con que tanto y tan vano ruido se ha hecho en el Parlamento británico, sino por medios pacíficos, ha ido Inglaterra dilatando su esfera de acción, en tales términos, que hoy llegan hasta las cercanías de Ronda los linderos de su dominio útil. Allí ha adquirido y explota unas excelentes canteras, donde obreros españoles extraen y labran la piedra que otros obreros españoles han de colocar en el célebre Dique.

Predica, además, con una especie de ejemplaridad práctica, de que los varios organismos del Estado español se sonrojan y no se aprovechan. En Gibraltar, plaza fuerte, sometida por añadidura al régimen de colonia real, la libertad, dentro de la ley, es omnímoda. Se deja entrar al que así lo quiere; en los tiempos duros no se obliga a los trabajadores a obedecer al cañonazo reglamentario de las siete, y por el muelle adelante se meten con sus baúles los viajeros de España a las diez y media de la noche.

Residen de paso o de asiento en la ciudad cosmopolita las gentes y castas más levantiscas, más irregulares y más sucias del universo. Hay motivos de sobra, si se considera lo reducido del espacio, para que las muertes naturales y las violentas alcancen espantosas cifras. Pero como todo el mundo se somete humildemente a la ley, la administración es simplísima, la justicia justa y la salubridad rotativamente inmejorable.

Estos ejemplos van acompañados de pan y de trabajo para los obreros españoles.

Ocho mil son los que a diario acuden a los diques de Gibraltar desde La Línea, y de Algeciras unos quinientos.

¡Que alegre y suelta es su entrada; que amarga y bochornosa su salida?

Tres días há presencié su desembarque de la tarde en Algeciras, y no por ellos, sino por mi, se me subió la sangre a la cara.

Injuriado me sentí al contemplar aquello en mi calidad de ciudadano y en mi dignidad de Hombre.

Dos minuciosos registros hubieron de sufrir, uno por uno, los quinientos y tantos trabajadores.

Lloviznaba espeso y venteaba duro.

Al aire libre, en el muelle, practicaban el cacheo varios carabineros, divididos en dos secciones.

Principiaba la busca por el sombrero o la gorra y el pelo; luego, las manos pesquisidoras recorrían fuertemente el exterior de las ropas, desde el cuello hasta los tobillos; después tocaba el turno a los chalecos y camisetas; de seguida a los calzones, y, por último, a los zapatos.

Patinando descalzos en el lodo y tiritando a causa do la semidesnudez, vi docenas, centenares de hombres que no traían contrabando alguno. A unos pocos les quitaron los carabineros mínimos cucuruchos o mezquinos frasquetes, cuyo contenido no produjo el menor estrépito al caer en las cajas de depósito, de tamaño poco mayor que el de un cajón de pasas.

¿Que traían los que más traían de aquellos mozos y viejos? Tabaco por valor de 10 céntimos, 5 céntimos de petróleo ú otros 5 de azúcar.

No destinaban, ciertamente, tales mercancías al negocio ni a la contratación; las destinaban al mezquino consumo propio y al alumbrado y a la alimentación de la quizá numerosa familia.

¡Triste pobreza! Y no eran, no, las caras más sombrías las de aquellos que habían perdido el minúsculo contrabando; lo eran los de aquellos otros que, sin llevar nada encima, acababan de sufrir el Ignominioso cacheo.

¿A que Humillar sin necesidad a los hombres? ¿A qué obligarles a que comparen su patria con la ajena?

En Gibraltar echan correr no bien desembarcan, y sin que nadie les moleste vuelan desde el muelle al dique, y cuidado si hay distancia, en unos cuantos minutos. En Algeciras, desde el muelle a su casa, que suele estar a la vista, tardan a veces tres horas.

Tiene el cacheo disculpa —nunca justificación— en La Línea, donde los contrabandistas practican cada día cinco o seis entradas. En Algeciras no, porque los trabajadores solamente hacen una.

Concurre, además, en Algeciras la circunstancia que ese doble registro sirve de espectáculo favorito a los extranjeros.

¿Por que no se abre la mano a los pobres trabajadores, si, a juzgar por el tamaño de los cajones de depósito, no alcanzará ni un valor de diez pesetas el contrabando que de Gibraltar conducen?

Estas y otras muchas a que iré posando revista, son las mejores baterías inglesas, emplazadas moral y materialmente en nuestro territorio.

Y aun sospecho que el fin principal de las obras realizadas en el Peñón, se dirige a estrechar las relaciones con los pueblos comarcanos, gracias al pan facilitado a los trabajadores y a los múltiples negocios proporcionados a los mercaderes.

De ahí que los nuestros, aun siendo excelentes patriotas, calculen con terror que ya no faltan sino dos años o menos para el remato de las labores del dique.

De ahí que anhelen la construcción del puerto militar, y hasta la del Canal, que transformaría en isla la roca con grave alarma de Europa y mayor perjuicio nuestro. Nadie tire piedras contra los que así proceden y discurren. Nadie la tira contra los que a millares emigran de España en busca del pan de la madre o de los hijos, que aquí se les niega.

Conste, entretanto, que las principales defensas de Gibraltar, además de no ser las militares, han dejado de radicar en la Peña, para trasladarse al territorio circunvecino.

Y no se cuenta por millas al hablar en los periódicos do la zona neutra y de las aguas Jurisdiccionales, porque de años acá la burlona é inflexible realidad viene contando por leguas. 

Alfredo Vicenti 

Algeciras Septiembre.

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20 de septiembre de 1917



El Periódico la "Unión Ilustrada" de Málaga publicó las siguientes fotografías:


El Cura Párroco don Juan Rodríguez Cantizano, que ha celebrado sus bodas de plata con la Iglesia



La Bellísima señorita Joaquina Fava, que pidió la llave en la becerrada benéfica, organizada por distinguidos jóvenes de la ciudad



Jóvenes pertenecientes a la Congregación de San Luis Gonzaga, que tomaron parte en la becerrada a beneficio de los pobres.



Los equipos "Esmerald F.C." de Gibraltar y Sporting Club Linense, que jugaron un match, venciendo el segundo.


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20 de septiembre de 1926

El periódico "El Noticiero Gaditano" número 2486, publico la noticia de la visita de miembros del Ayuntamiento de La Línea a Cádiz:


"Con motivo de la celebración de la Asamblea de alcaldes de esta provincia, verificada el pasado sábado, ha estado en Cádiz una comisión del excelentísimo Ayuntamiento de La Línea de la Concepción, presidida por su alcalde don José Mª Bonelo Urquiza y constituida por los tenientes de alcalde don Alberto Vázquez Cano, y don José Macías Gil, y secretario de la Corporación, nuestro paisano y amigo don Francisco de A. Cerón Bohorquez.


La comisión ha realizado diversas e importantes gestiones en los centros oficiales, de interés para la ciudad que representan, habiendo visitado al excelentísimo señor gobernador civil de la provincia, que, con el celo e interés que demuestra por los pueblos de la provincia de su mando, se ha ocupado de los asuntos de la importante población del Campo de Gibraltar, interesándose grandemente por las mejoras que han de realizarse en plazo breve en La Línea, como son entre otras, traída de aguas, alcantarillado, urbanización y terminación de las obras del Hospital en construcción.

El señor Losada, que estuvo deferentísimo con la representación linense, quedó gratamente

impresionado de la labor que realiza el actual municipio, y así lo manifestó a los señores de la comisión, ofreciendo su decidido concurso y prometiendo también visitar en breve ciudad tan importante como La Línea. 

En las gestiones que ha realizado la comisión fue eficazmente apoyada por el delegado gubernativo nuestro amigo el señor Bunzo.

El excelentísimo señor gobernador civil de esta provincia ha nombrado concejales propietarios del Excmo. Ayuntamiento de La Línea, para cubrir tres vacantes que existían, a los vecinos de dicha ciudad don Antonio Gómez Granja, don Modesto Romero Presentil y don Ricardo Calderón Pimentel.

También ha firmado hoy el señor Losada los nombramientos de 19 concejales suplentes del mismo Ayuntamiento.


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20 de septiembre de 1930


Se publica en La Línea el Periódico "El Heraldo de La Línea" número 13:





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20 de septiembre de 1954


Se publica en La Línea el Periódico "La Goleada" :







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20 de septiembre de 1958

En el "Cine Nuevo" se celebró la:


"Grandiosa Función de DESPEDIDA a los artistas de

LA CANCIÓN DE LA CALLE



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Luis Javier Traverso 

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