Homenaje de Simpatía y cariño a Don Emilio Gómez Montejo
En la noche
del viernes 08 de agosto de 1958 y en los Merenderos
del Príncipe tuvo lugar una comida-homenaje que tributaban los antiguos alumnos
de la Academia de Santo Tomás de Aquino al
fue su director don Emilio Gómez de
Montejo, ex-alcalde de esta ciudad y en esas fechas alcalde accidental.
Al simpático acto, que resulto ameno y
emotivo, asistieron treinta comensales, todos ellos alumnos que fueron de este
profesor del Magisterio Nacional
hacia quien quisieron testimoniar su afecto y
gratitud por sus luchas y desvelos en las tareas docentes que imprimieron a
esta generación de estudiantes el afán y la orientación precisas para conseguir
labrarles ese presente que gozaban cada uno en sus distintas profesiones.
Ofreció el homenaje don Domingo Molina Aldana, Profesor Mercantil, quien con palabra
emocionada evocó aquellos tiempos escolares pasados bajo el competente
patrocinio de este Maestro de la Enseñanza, de quien hizo una semblanza
acertada, justificando la finalidad de la íntima reunión por tratarse de una
deuda que tenían pendientes todos ellos con la personalidad honorable y
modesta, a la vez, del viejo y querido conductor de sus primeros pasos por los
difíciles caminos del estudio y la capacitación. Las frases encomiásticas del Sr. Molina causaron visible emoción en
el homenajeado y fueron aplaudidas extensamente por la concurrencia.
Finalizada la cena, hicieron sucesivamente
uso de la palabra algunos de estos antiguos alumnos de don Emilio, manifestándole la admiración que siempre habían sentido
por su reconocida abnegación y virtud en el desempeño de su misión pedagógica,
cuya efectividad bien podía comprobarse en cuantos discípulos suyos salieron de
las aulas de la Academia de Segunda Enseñanza
Santo Tomás de Aquino con firmes bases elementales que trazarían después su
senda en Universidades y Facultades hasta alcanzar recursos prácticos de la existencia. En esas fechas, muchos de aquellos discípulos de don Emilio Gómez Montejo tenían sus carreras universitarias con títulos de médicos, abogados, profesores
mercantiles, militares, Licenciados en Ciencias Exactas, etc. etc.
En una grata atmósfera de amistad y
camaradería, transcurrió tan simpático acto, que terminó con un helio discurso de gratitud pronunciado por el venerado Maestro
del Magisterio, cuyo texto transcribimos íntegramente.
«Antiguos alumnos muy queridos:
En la vida de los hombres hay horas de
alegría y horas de tristeza. Esas dos emociones distintas preocupan mi alma en
este momento. Alegría por este acto que me llega a lo más hondo de1 corazón, tristeza
porque dudo si podré estar a la altura de las circunstancias y expresaros adecuadamente
mi satisfacción y mi agradecimiento.
En estos actos íntimos como éste en que
habla el corazón, deberían sobrar las palabras. Por eso procuraré ser breve.
Como algunos de vosotros no alcanzasteis
aquella época, voy a hacer brevemente historia de cómo nació nuestra Academia.
Hasta el año 1.936 hubo en ésta un
Instituto Elemental de Segunda Enseñanza. Al producirse el Alzamiento Nacional,
y por causas que ignoramos, dicho Instituto fue clausurado, y más tarde, en virtud de una orden ministerial, el material y mobiliario fueron
transferidos a Algeciras. Una población escolar numerosa y perteneciente en su
mayoría a clases modestas, quedaba desamparada y en la imposibilidad de
continuar sus estudios.
Las autoridades locales nos hicimos cargo de la situación y tomamos la iniciativa para formar un centro que supliera en lo posible al desaparecido Instituto.
Personas de buena voluntad, dignísimas y
competentes, ofrecieron su colaboración, y al final de 1.937 quedaba
constituido el cuadro de profesores, si la memoria no me es infiel, con un
sacerdote, un médico, dos abogados, un comandante, un capitán, un funcionario
de aduanas y dos maestros nacionales.
Este profesorado fue renovándose y en
1.939 quedó convertida la Academia en oficialmente reconocida con tres licenciados
en Ciencias y tres en Filosofía y Letras.
Posteriormente estos licenciados fueron
colocándose y no habiendo sido posible sustituirlos a pesar de las gestiones
realizadas, el Centro funcionó con carácter particular.
Es indudable que la Academia cumplió una
misión difícil, llenó el vacío que había dejado el desaparecido Instituto e
hizo posible el acceso a la Universidad de un número considerable de alumnos que
aquí hicieron su bachillerato. Alumnos que en la Universidad y en los distintos
Centros por donde pasasteis, supisteis colocar a gran altura el pabellón de La Línea
y de aquella Academia que siempre se ha sentido, más que satisfecha, orgullosa
de vosotros.
Yo dirigía aquel Centro, que llegó a tener hasta 130 alumnos. Puse en mi actuación mi mayor entusiasmo, mi influencia y, sobre todo, amor. Todos vosotros erais jovencillos, algunos casi unos niños; ha pasado el tiempo. Por exigencias de la vida nos hemos dispersado y hemos perdido el contacto durante algunos años y hoy, que sois todos hombres y la mayoría de vosotros hombres importantes, tenéis con vuestro viejo profesor esta fineza y me obsequiáis con este magnífico acto de adhesión y de cariño, que se debe, más que a mis merecimientos, a vuestra amabilidad. La semilla cayó en buen terreno y ha dado un excelente fruto.
Esto prueba que todo consiste en darse y
en saberse dar, en servir a los demás, en prodigar a nuestro alrededor la alegría
y el afecto.
Para terminar, quiero que tengáis
presente que breve o larga la vida sólo vale algo si en el momento de
entregarla no tenemos que sonrojarnos de ella. Y nada más, antiguos alumnos muy
queridos. Muchas gracias».
Una nutrida y cariñosa salva de aplausos
acogió las últimas palabras del homenajeado, al cual le fue entregado un libro firmado
por todos los alumnos además de las obras completas del gran literato y pensador
Giovanni Papini, obsequio de indudable mérito por cuanto significa de adhesión
y entusiasmo a la figura de este caballero cabal y buen paladín de la
Enseñanza, preparador do varias generaciones de hombres con disponibilidades
intelectuales y suficiente capacitación para ganarse la vida honradamente. He
aquí el motivo, la razón poderosa de1 acto celebrado, sencilla expresión del sentimiento ya maduro v estabilizado en
una labor hacia quien supo y pudo, a fuerza de paciencia y sabiduría,
encauzarlo por la senda victoriosa.
Publicado en el Periódico AREA del 15 de agosto de 1958