LA RECOGIDA DOMICILIARIA DE
BASURAS, UNA INDUSTRIA MONTADA EN BENEFICIO DE LA LÍNEA
Antonio García Acosta, hombre tenaz y emprendedor
El hombre
Antonio García Acosta, un robusto muchachote que no se detenía ni un
momento cuando tenía una obligación que cumplir. Su actividad se desbordaba a
través del
espacio en que situaba su trabajo, el cual no tenía límites cuando
este significa una necesidad casi física e indispensable para vivir. Muy joven
nació en él la idea de lanzarse a grandes empresas con un ánimo predispuesto y
un optimismo que ni admitía renunciaciones de ninguna especie.
Y ya es sabido que para un temperamento indomable
como el de García Acosta, los obstáculos
sirven para estimular sus nervios y proseguir con más ahínco si cabe la idea
preconcebida. En el volumen físico, humano y moral de este hombre no tenía cabida
las decepciones y consideraba una misión ineludible permanecer continuamente en
la brecha, dispuesto a la labor tenaz,, infatigable, en un afán desmedido por
crear, por producir algo que beneficie al núcleo social que se mueve a su
derredor, porque ya se conoce la psicología de estas personas: no buscan, empujados por el egoísmo o un sentimiento fatal de egolatría,
el provecho propio, aunque para alcanzarlo tengan que hacer caer de bruces a
quienes intentan seguirle los pasos. En este turbulento «ring» que es la
existencia humana, la virtud no consiste en propinar el mayor número de
puñetazos al prójimo, sino en convencerle de que ellos no son forzosamente
necesarios para conquistar un pequeño lugar en el mundo, un lugar hasta el cual
no lleguen la envidia, ni el furor ni el odio de los que piensan que estamos aquí
abajo para matarnos unos a otros y no para amarnos durante ese tiempo fugaz que dura la vida.
Vista parcial del patio y edificio donde
se hallaban instaladas las oficinas y almacenes.
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Antonio García Acosta creó una industria en La Línea que venía a llenar
un vacío de muchos años lamentable. Pero no se vaya a juzgar limitada su iniciativa porque todo
quedó reducido a disponer de la recogida de basuras a domicilio. Él montó ese
negocio con el propósito exclusivo de contribuir de alguna forma al engrandecimiento de La Línea, al propio tiempo
que realiza una labor humanitaria, por su trascendencia de higiene y
solidaridad con las autoridades en ese empeño patriótico de urbanizar un punto
geográfico tan interesante como es nuestra ciudad.
Por tanto, a la vista de la trayectoria seguida
por García Acosta, que jamás son más
eficientes los negocios que cuando realizan una labor de conjunto, prolongando
el favor que de ellos ha de dimanar hacia sectores de la ciudad materialmente desproveídos
de recursos y de trabajo para la subsistencia.
Y esta era, diseñada a grandes rasgos por el
redactor del Bisemanario AREA, la
figura humana y temperamental de un hombre que entró con decisión en el plano primerísimo
de la actualidad local.
La «Colonia Acosta»
Así se podía denominar a esa especio de
campamento o poblado que constituía el centro de su organización industrial.
Situado allá en el extrarradio, lindando con la Atunara y el Zabal,
se levantaban las instalaciones construidas en un tiempo «record» con las
cuales atender este bien montado servicio general de recogida de basuras
domiciliaria. Se estaban viviendo los momentos en que se realizó la bendición
de aquellos locales. La ceremonia corrió a cargo del Rvdo. Padre don Manuel Galtier Estudillo, Cura Párroco de La Atunara, auxiliado por el de La Colonia Rvdo. don Juan Junco. Se
encontraban presidiendo el acto el Excmo.
Sr. General de la Infantería de la 22 División don Eulogio Fernández Virto, Alcalde
de La Línea don Alfonso Cruz Herrera y otras autoridades civiles y
militares, así como numerosos invitados. Nuestra primera autoridad civil,
dedicó al fundador y propietario de la Industria, García Acosta, las siguientes palabras, que merecieron los aplausos
plenos de entusiasmo y cordialidad del auditorio.
«Señores:
Nada de discursos, solamente brindar con
ustedes y felicitar a don Antonio García
Acosta por la puesta en marcha de esta Empresa que honra a nuestro pueblo.
Mi contribución en esta obra, solamente
ha sido, tener fe desde el primer momento en este hombre, todo optimismo, todo
voluntad y juvenil fuerza creadora.
Hombres así son los que necesitan los
pueblos de nuestra Nueva España; audaces emprendedores y humanos.
García Acosta, de todo corazón, yo, como Alcalde, en
nombre de La Línea, te felicito.
Y ahora, no quiero terminar este brindis
sin dirigirme a vosotros, productores.
Tener presente que no solamente
pertenecéis a una Empresa particular, sino que vais a cumplir un servicio público
y que vuestro celo, vuestra conducta y vuestro comportamiento repercutirá en el
buen nombre de nuestro pueblo, de este pueblo, por el que tanto estamos
luchando en estos momentos, para elevarlo a la dignidad que merece.
No penséis que es humilde vuestra misión,
sino todo lo contrario, pues desde mañana en vuestras manos está una de las
cosas más principales de los pueblos civilizados: su limpieza, que es su
belleza, y su decoro, que es su mayor prestigio.
Por vosotros y por vuestro Jefe ¡Viva La Línea! y ¡Arriba España!
»
Un rincón claro y airoso de estas
modernas dependencias.
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Momentos después del acto de la bendición y
salutación del Alcalde, salieron a recorrer la «Colonia Acosta» en misión puramente informativa, como corresponde al
objetivo para el que habían sido gentilmente invitados. Pero antes les llamó la
atención un rótulo que presidía el espacioso salón donde tuvo lugar el ágape
suculento y la reunión nutrida de asistentes. Decía escuetamente aquel letrero:
«Nuestra divisa: Laborar por la Patria». Y estas palabras las consideraban primordiales como base para el reportaje, ya que en ellas se fundamentaba todo un elocuente discurso y todo cuanto puede manifestarse en alusión a la industria creada por García Acosta. Bajo la impresión primera de aquellas letras de tanta emotividad y relieve, emprendieron la marcha para visitar y curiosear por el ancho espacio que comprendía lo que él reportero, sin pretender apropiarse una invención o una idea luminosa, bautizó como «Colonia Acosta».
Las oficinas directoras de esta Empresa estaban
perfectamente acopladas al servicio encomendado y presentaban tal sencillez que
les obligaba a pensar que allí el trabajo siempre había de resultar mucho más
fácil, por la limpieza absoluta de sus dependencias y las características
propias del fin propuesto.
Luego se dirigieron hacia las cuadras,
correspondientes estas a los animales semovientes de tiro y a los de reserva.
En un prolongado pasillo espacioso delantero estaban simétricamente colocados
(aparcados) los carros. La edificación giraba sobre un enorme patio en medio
del cual se elevaba el depósito de agua, suficiente esta para el suministro
total del servicio.
Había un abrevadero de continente y contenido
limpio que consolaba un poco en esta hora de canícula asfixiante. No lejos del
recinto donde estaba instalada la industria, al borde del camino construido ex
profeso para el acceso a ella, una hilera de casitas blancas ponían en la tarde
su nota alegre y campesina. Se trataba del servicio de duchas, cantina,
botiquín para casos de emergencia y viviendas particulares. Según comprobaron,
todo ello estaba montado con gusto exquisito y con un sentido asaz práctico,
puesto que prestaban comodidad y cumplían una necesidad en el orden del trabajo
que allí se efectuaba.
Los carros aparcados en amplios
barracones, frente a los arneses de los animales de tiro, que se hallaban en
cuadras apartadas.
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Valga una indicación: ¿No prestaría encanto al
lugar, ya de por si delicioso, la plantación de algunos árboles? Esto sería una
nota risueña en aquel extremo linense, donde el fondo gris de la montaña daba
la sensación de tranquilo caserío en labor constante y silenciosa, por más que
no lo pareciera.
Propósito y finalidad
La explotación de tal industria fue consecuencia
de una contrata con el Excmo. Ayuntamiento de La Línea, en virtud de
condiciones expuestas y aprobadas de antemano. Quizás el público, a pesar de
que existía un bando divulgado por el Municipio, no estaba aun suficientemente
informado de este nuevo régimen de recogida de basuras que desde el lunes, día
30 de Septiembre de 1957, venía desarrollándose en nuestra ciudad. Decían esto
porque en esos pocos días habían ocurrido ciertos casos que ponían de
manifiesto una falsa interpretación de los hechos.
La misión de esos carros de su asistente, se quiere decir, era llamar la atención por medio de un silbato para que el vecindario colocara en las puertas la basura. El verter en el carro y devolver a su sitio el basurero era misión del encargado o conductor de dicho carro. Había que tener en cuenta que esa misión se circunscribía o limitaba solamente a retirar la basura domiciliaria, ya que la correspondiente a la vía pública era de competencia de la brigada de Limpieza afecta al servicio del Ayuntamiento. No estaban, por tanto, en la obligación, las amas de casa de salir en busca del carro y efectuar ellas, por si mismas, esta operación.
Un ángulo del servicio de aseo, con sus
cuartos de ducha y lavabos.
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En este orden establecido tenían la ventaja
indubitable de colaborar con esta medida municipal y de empresa particular por
conseguir mantener un estado de higienización perfecto en cualquier momento,
evitando focos de infección producidos anteriormente por burros ambulantes a
todas horas de tal pésimo efecto en una ciudad que se precie de tal.
Así que ya era público y notorio que La Línea contaba
con un flamante servicio de recogida de basura a domicilio, cuya labor daba
comienzo a las 7 de la mañana y estaba realizada por empleados que conocían sus
obligaciones, esperando, como muy bien decía en su bando la Alcaldía, la colaboración
del vecindario para facilitar el desempeño de ese cometido.
El Equipo de Limpieza y sus Trabajadores.
Formaban este equipo de recogida de basuras
hombres jóvenes uniformados, utilizando carros metálicos construidos ad-hoc, cuyo sistema de funcionamiento
mereció la aprobación unánime del pueblo. Cuando el día de la bendición e
inauguración de esta modernísima industria vieron a este pequeño ejército en formación, cada cual teniendo por las bridas
al semoviente tan bien equipado de arneses y pertrechos correspondientes, ante
los pintados carruajes y su rodaje silencioso,
les pareció que estaban revistando a una tropa en campaña, porque el
símil no resultaba caprichoso cuando era cierto que es ese mismo, una campaña
en pro de la urbanización perfecta de una ciudad que iba formándose a pasos contados, pero seguros, hasta
llegar a la altura que, por derecho y por voluntad de los nombres que la servían,
le correspondía en justicia.
Una perspectiva de las cocheras, de
construcción sólida y en perfectas condiciones higiénicas.
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Eran veinte carros que todas las mañanas se
distribuían por las calles, cada cual por su distrito señalado, para prestar un
servicio que era necesario y que, gracias a la iniciativa, comprensión y afán
renovador de don Alfonso Cruz Herrera,
era ya una realidad brillante. En ella quedó, una vez más, patentizada, la excelente acogida y la decidida protección que nuestro
Alcalde prodigaba en cualquier circunstancia a todo aquello que cunda en
beneficio y prestigio de La
Línea.
Línea.
Dejaban constancia de una afirmación ajena y
también del redactor, porque, al contrario de quienes suponían que este medio representaba
únicamente una especie de monopolio o acaparamiento particular y abusivo, era fácil
evidenciar que dicha industria nace, se desarrolla y circulaba aquí en la La Línea
y nada más que ella, ya que esa basura recogida es objeto más tarde de una selección,
verificada por personal entendido, quedando el abono dentro del servicio o utilización
local, no pudiendo salir destinada a ninguna otra parte.
Epílogo
Restaba ya, solamente, felicitar a esa fuerza
impulsiva y organizadora que, es Antonio
García Acosta, por cuanto hizo en atención al interés general de la ciudad,
asesorado y estimulado por nuestro querido alcalde ya que sus miras fueron velar por el buen nombre de La Línea.
También era deber ineludible mencionar el entusiasmo previsor y evidentes cualidades de
don Juan Linares Castilla, del maestro constructor de los carruajes, del
personal a sus órdenes, de los capataces y de cuantos colaboraron en esta magnífica
empresa de dotar a la población de un servicio tan eficaz como era el de la recogida
de basuras a domicilio.
Y no dudaban que tendrían siempre presente la
divisa que campeaba en el salón principal de sus instalaciones: «Laborar por la Patria». Con ella
conseguirían colocar bien alto el pabellón de nuestra victoria, conquistada por
el propio esfuerzo de los ciudadanos, por la voluntad y el afán constructivo de
cuantos convivimos en este alegre y honrado rincón de España.
Publicado en el Bisemanario AREA del Sábado 05 de
octubre de 1957
Luis Javier Traverso