GALERÍAS LINENSE Y SU EXPOSICIÓN DE INVIERNO
El domingo,
día 29 de septiembre de 1957, quedó abierta al público la exposición de géneros
para la temporada en este suntuoso Establecimiento, que ostentaba un bien
ganado prestigio dentro del comercio local.
La instalación de dependencias, la
vistosidad y artística composición, escaparates, y sobre todo, la excelente calidad
de sus artículos hacían
de GALERIA LINENSE
un lugar de cita para quienes buscaban el tejido trabajado con amor propio de
antiguos y hábiles fabricantes.
El desfile por GALERIA LINENSE era continuo y, aparte de su distinguida y habitual
clientela, concurrían a contemplar sus telas en tonos de gusto depurado, en consonancia
con la moda y sin salirse nunca del canon de la elegancia en su variada gama de
sencillez y atractivo. Allí podían admirarse, en una fastuosa amalgama de suave
colorido oriental, el «azul noche», «azul pastel» «blanco marfil», «rojo de
Granada», «beige medio», «caramelo» y otros diversos tonos de no menor atractivo,
que simbolizan el sueño de toda mujer.
GALERIA LINENSE abrió las puertas de esta espléndida
exposición en la seguridad de que el público de La Línea sabrá corresponder a
lo acreditado que tiene su título en la opinión de su amable clientela, que la honraba con su
presencia y divulgaba la excelente calidad de sus géneros.
Una visita a GALERIA LINENSE constituía un placer, un regalo para la vista. Y
desde que fue inaugurada esta exposición fueron numeras las personas que asistían
a ella, seguras de encontrar en cualquier ocasión la tela que habían deseado y
el tono o colorido que más había de complacerles. Jamás mujer alguna pudo ambicionar
tal riqueza de matices en lanas y géneros de punto, sederías, abrigos, jerseys
y toda clase de prendas; matices que semejaban una sinfonía de color cuyas
notas más suaves contrastaban en melodía con el color brillante, según edades,
gustos y caprichos. Suele decirse que el libro de los gustos permanece en
blanco; es decir que nada hay escrito en él. Pues también puede decirse de los caprichos
que estos no suponen una voluntad débil, torcida y variante; al contrario, hay
veces que el capricho representa una exquisitez en orden a la estética y pone
de manifiesto una plausible cualidad: la de saber elegir entre lo selecto, lo
superior y lo bello.
Señoras, señoritas, caballeros... GALERIA LINENSE, en vísperas de la
temporada, tenía el surtido más incalculable para satisfacer la elección de sus visitantes. Aparte de ropa de
mujer, ofrecía una variadísima colección de ropa para caballero. Prendas que satisfacían por su meritoria
calidad y que llevaban, implícita, la garantía inconfundible de un Establecimiento que se enorgullecía de marchar
en primera fila, en marcha victoriosa hacia la única meta de sus aspiraciones: tener complacido y contento
al público.
Pero el renombre y la fama de una Casa
comercial no empieza y acaba en la fabricación de los artículos que expende.
Existe algo que es mucho más importante que eso todavía: la cortesía y
afabilidad de sus empleados, su «duende»
de captación del posible cliente o su «dulce resignación» si no lo es. Y GALERIA LINENSE tenía a su servicio
unas señoritas dependientas que se parecían a la familia en lucha de rivalidad silenciosa
para comprobar quien hace más por dejar contentos a sus compradores. Flores con
aroma de simpatía, hecha amabilidad y sonrisa, moviéndose como antiguas sacerdotisas
de un culto pagano, pero alegre y vivificador, en el templo de la elegancia,
que es sinónimo de sencillez... Estas eran las señoritas empleadas de GALERIA LINENSE. Eran como un
complemento ideal del Establecimiento que tenía mayor variedad de ropas,
tejidos y prendas confeccionadas, así como a un intenso surtido de diferentes
tonalidades en sedas, lanas, etc. etc., a disposición del público linense, que
así lo comprobaba en su asistencia a la exposición, y que señalaba un nuevo
jalón en el desenvolvimiento comercial de nuestra ciudad.
Publicado el Sábado 05 de octubre de 1957 en el Diario AREA
Luis Javier Traverso